Hoy vivimos un momento muy especial en la capilla, el corazón del colegio. Fue la primera liturgia de nuestros niños y niñas junto a sus padres, un paso significativo donde comenzamos a sentirnos parte de una comunidad que reconoce y busca a Dios.
Los más pequeños pintaron un corazón y se lo colgaron a sus papás, como signo del amor profundo que los une. Porque allí, en ese amor, también habita Jesús.
Esta liturgia nos regaló una experiencia concreta del Dios que nos ama, que nos acompaña, y que quiere vivir en nuestro corazón. Conocer a Jesús es el primer paso para amarlo, y ese deseo de poner la vida en relación con Él es lo que nos anima a desplegar los dones que cada uno ha recibido.
Y como signo de pertenencia, nos pusimos el jockey, recordando que somos parte de una comunidad ignaciana que crece, camina y se forma desde los primeros años.
«Gracias, Señor, por el apoyo en la formación cristiana que nos entrega el colegio. Agradecemos las amistades que están forjando desde pequeños». — Familia delegada de Pastoral