Un año complejo para las democracias de América Latina
Los “estallidos sociales” en diversos países son una muestra más de la progresiva erosión de las democracias latinoamericanas, un fenómeno expresado sobre todo en el cansancio ciudadano frente a las injusticias sistémicas.
Un año complejo para las democracias de América Latina
Sin lugar a dudas, este ha sido un año complejo para Latinoamérica. Más allá de la pandemia de coronavirus -que implica un doble golpe a la región, debido a su costo humano y económico- los últimos meses han estado marcados por los movimientos sociales; por ese ímpetu de una ciudadanía que buscar ser escuchada en medio de una lenta pero progresiva erosión de la democracia y sus valores.
Perú
Es el caso más reciente que ejemplifica la enorme distancia entre la población y sus líderes políticos. Hace menos de dos semanas, el Congreso de Perú removió al Presidente Martín Vizcarra de su cargo acusado de participar en un supuesto caso de corrupción. Incluso antes de que la justicia comprobara la culpabilidad de Vizcarra, los parlamentarios impulsaron un proceso express que terminó con la destitución del mandatario, que gozaba de más de un 50% de aprobación, cifra sumamente alta para el contexto peruano.
Inmediatamente el descontento se sintió en las calles. Tras juramentar como nuevo Presidente Manuel Merino, quien presidía el congreso, decenas de miles de personas se manifestaron a lo largo del país para denunciar los abusos de la clase política. Las fuerzas de seguridad ejercieron una fiera labor represiva, lo que resultó en dos estudiantes muertos y numerosas alertas por parte de agencias internacionales ante la posible violación de derechos humanos.
Merino alcanzó a estar nueve días en la Presidencia. Luego de la muerte de los estudiantes, y frente a un clima cada vez más violento, perdió la confianza del mismo Congreso que lo había seleccionado. Ahora, Perú tiene a su tercer presidente en 7 días: el centrista Francisco Sagasti fue electo por los parlamentarios el 16 de noviembre.
Todavía queda un largo trecho para las elecciones generales de abril de 2021 en Perú, una instancia que podría ser clave para calmar la profunda crisis política.
Bolivia
En octubre de 2019, Bolivia celebró unas fallidas elecciones presidenciales: tras la victoria en primera vuelta del Movimiento al Socialismo (MAS, el partido de Evo Morales), la oposición boliviana e instituciones internacionales como la OEA acusaron un supuesto fraude electoral. Esto significó semanas de violentas manifestaciones y la posterior renuncia de Evo a la presidencia, presionado por las Fuerzas Armadas.
Y en octubre de este año volvieron a celebrarse los comicios, con el candidato del MAS, Luis Arce, consagrándose por amplia mayoría y en primera vuelta como el nuevo presidente boliviano. Evo, quien se encontraba asilado en Argentina, inmediatamente retornó a su país luego del triunfo de su sector. Ahora la pregunta está en cómo paliar los efectos económicos provocados por la pandemia, la crisis social y la incertidumbre política. Arce tiene experiencia en el tema: fue ministro de Economía de Evo, en un período donde Bolivia cuadruplicó su PIB nacional.
Argentina
Para nuestros vecinos, lo más urgente es el covid-19. Aunque al comienzo de la pandemia la estrategia del confinamiento estricto rindió frutos, con el paso del tiempo la población dejó de respetar las medidas sanitarias y los contagios se dispararon al punto de ubicar al país en el octavo lugar del ranking mundial de contagios.
A eso se suma la rampante pobreza e inflación: la primera alcanza una cifra del 40,9% de los habitantes, mientras la segunda se eleva al 26,9% en lo que va de 2020, todo según datos oficiales. Alberto Fernández, el Presidente peronista, ahora deberá ponderar entre reabrir el país en pos de la recuperación económica, o mantener las medidas restrictivas para controlar a una enfermedad que ha matado a más de 35 mil argentinos.
Por toda Latinoamérica
Estos tres países son solo una muestra del panorama regional. En Venezuela, Nicolás Maduro sigue en el poder, en un conflicto político, social y económico que ha durado años y que se mantiene estático, a pesar de la injerencia extranjera para removerlo de la presidencia. Mientras, Ecuador y Colombia han vivido sus propios “estallidos sociales”, en reclamo de distintas injusticias sistémicas. Por último, Brasil se encuentra al mando de un líder autoritario como Jair Bolsonaro, cuyo mensaje enciende el fuego de la polarización política en el país, además de las llamas que literalmente consumen a la Amazonía, muchos de estos incendios para liberar terrenos que serán utilizados por la contaminante industria ganadera.
Las proyecciones tampoco son optimistas. Un ejemplo es un reciente informe la CEPAL, brazo de la ONU para Latinoamérica, que asegura que deberá pasar más de una década para que la región recupere todos los empleos que se perdieron durante la pandemia.
2020 ha sido un año de coyunturas que nos marcará hacia el largo plazo. Esperemos que las experiencias, tanto de Chile como de los vecinos, sirvan para moldear un futuro donde los ciudadanos y la clase política avancen en sintonía hacia el bienestar de todos, y no de solo unos pocos.