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Homilía celebración de la Santísima Trinidad

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Homilía en la Fiesta de la Trinidad

El Dios trinitario que celebramos, encarna una diversidad unida en el amor, instándonos a trabajar porque la humanidad sea una, sin discriminación ni exclusiones. Ver homilía completa

Décimo domigo ordinario

Homilía domingo 7 de junio, fiesta de la Trinidad

Recuerdo con mucha simpatía cuando, hace muchos años viviendo aún en Canadá, en una misa comenté que no nos era fácil imaginar signos que representaran la unidad y la diversidad de tres elementos al mismo tiempo. Algo que siendo tres, era sólo uno. Entonces una señora levantó la mano y me dijo: “no es tan difícil padre, es cosa ver cómo es un huevo: yema, clara y cáscara”, y agregó decidida: “y es uno sólo a la vez”. La sencillez de la respuesta vinculando un misterio tan grande a la cotidianeidad de la vida me encantó.  A veces nos complicamos de más… o tal vez tenemos poca imaginación.  Los grandes maestros de la iconografía optaron por retratarlos con un mismo rostro; el único rostro conocido para nosotros: el rostro de Jesús. trinidad500

No son pocos los pueblos que piensan en Dios como comunidad.  Los mapuche lo nombran “anciano, anciana, joven y doncella”, pero le rezan en singular: “tú que habitas en el alto cielo”. Por su parte, el pueblo de Israel, a través de cientos de años de reflexión y experiencia, transitó desde la afirmación de la existencia de muchos dioses, a la afirmación de la existencia de un solo Dios. Así también, Israel fue transitando de la imagen de un Dios guerrero y belicoso, a la afirmación tan hermosa que encontramos hoy en la primera lectura: “El Señor es un Dios compasivo y bondadoso, lento para enojarse, y pródigo en amor y fidelidad”.

Al celebrar la Trinidad celebramos la verdad más profunda de Dios al mismo tiempo que la verdad más profunda de nosotros mismos. Es cierto que al mundo cristiano –una vez integrado oficialmente como religión del Imperio- le tomó mucho tiempo, mucho diálogo, y no poca violencia interna, llegar a la afirmación de Dios como Padre, Hijo y Espíritu Santo.  Nosotros, cristianos de dos mil años, lo damos por contado.  ¡Pero cuánto lucharon y argumentaron los primeros padres para explicitarlo!

¿Y cuál es esa verdad tan profunda que celebramos? No sé decirlo de una vez. Tampoco pretendo tener una palabra definitiva. Pero esa verdad profunda habla de diversidad y de unidad, de múltiples colores reunidos en sólo arco iris. Es la verdad de las relaciones del amor como donación, como dice San Ignacio en sus ejercicios, es el amante y el amado intercambiando dones y donación eternamente[i].  Por más que porfiadamente hemos buscado imponer y uniformar, Dios Trino se manifiesta diverso y unido a la vez. 

Esa verdad está maravillosamente tatuada en nuestra frágil humanidad porque somos imagen y semejanza. Somos diversidad, y somos uno a la vez. Somos los muchos colores de un mismo arco iris. Somos humanidad y somos una criatura en este esplendoroso reino de la vida. Nuestra vocación, donde encontramos la felicidad verdadera, es la donación en el amor.  Por más que nos tiente la posesión, sabemos que donando(nos) es donde encontramos mayor plenitud.  Por más que nos seduzca la belleza de la unidad, ella en sí misma se manifiesta multiforme en la diversidad.  Hoy día celebramos la inclusión por sobre toda tendencia a la marginación.

Tendría aquí que rendir homenaje a la Herman Anneliese Meis, teóloga y profesora de muchas generaciones, quien nos hablaba una y otra vez sobre la maravilla inclusiva del “y” católico. Porque esta verdad trinitaria divina -y por eso mismo profundamente humana- está precisamente en la integración, no la separación; en la inclusión, no en la exclusión. Somos la tradición religiosa que se opone a separar, marginar o dividir.  Somos lo opuesto al “o” (esto “o” lo otro).  Somos el “y” de fe en Dios Trino.  Damos gloria al Padre “y” al Hijo “y” al Espíritu Santo.  ¡Nuestra vocación es la inclusión!bandera500

Ciertamente podrían criticarnos diciendo que hemos sido poco fieles a esa vocación a lo largo de los siglos. Sí. Sería inútil negar que hemos discriminado, criminalizado y condenado en nombre del Dios trinitario. Pero ésta es nuestra más hermosa y auténtica identidad; esto es lo que celebramos en la fiesta de la Santísima Trinidad: somos los hombres y las mujeres que llevan tatuado el amor como donación y el respeto a la diversidad como vocación. Somos una wiphala encarnada, o al menos eso estamos llamados a ser. En nuestra experiencia religiosa, no hay cabida para la discriminación ni la exclusión.

Hoy vivimos un tiempo desafiante. No pocos esperamos que, ante tanta incertidumbre globalizada, los seres humanos comprendamos que somos uno sólo. Y que mientras haya un hombre o mujer discriminado o excluido, violentado o violentada, no podemos detener nuestras manos, ni nuestras voces. Empujados por nuestra vocación trinitaria, habremos de colaborar en la construcción de una sociedad y una Iglesia donde todos participen de la mesa, sin exclusión ni discriminación.

Así sea.

Pablo Castro Fones, sj.
Capellán Colegio SIEB.

 

[i] Ejercicios Espirituales 231: “el amor consiste en comunicación de las dos partes, es a saber, en dar y comunicar el amante al amado lo que tiene o de lo que tiene o puede, y así, por el contrario, el amado al amante”.