Homilía 18 de octubre
¿Cómo entender la respuesta de Jesús de «al César, lo del César»? ¿Significará creer sin intentar mejorar condiciones de vida o estructuras injustas que afectan a muchos? Todo lo contrario. Nada humano puede ser ajeno a un seguidor de Jesús. Ver más
Domingo 18 de de octubre 2020 29° del tiempo cotidiano
Homilía
A veces las lecturas de los domingos nos ofrecen una continuidad teológica fácil de captar, incluso una continuidad de imágenes en el discurso de Jesús. Los sembrados y las viñas, o el banquete del reino y la mesa compartida como ejemplos. Pero esta vez pareciera que nos encontrarnos con un cambio brusco: del banquete del reino a las monedas del césar. ¿Cuál podría ser la continuidad?
El domingo anterior decía: “Jesús habló en parábolas a los sumos sacerdotes y a los fariseos”. Y el evangelio de hoy día dice: “Los fariseos se reunieron para sorprender a Jesús en alguna de sus afirmaciones”. Ese es el contexto de ambos textos. Esa es la continuidad: se ha desatado un conflicto con las autoridades religiosas. Los fariseos y sacerdotes están persiguiendo a Jesús. Su palabra y sus acciones les molestan. No hay que ser adivino para reconocer que las parábolas del banquete y de la viña fueron dichas a propósito delante de ellos. Ellos, la autoridad y sabiduría del pueblo, ¿hasta cuándo tendrán que aguantar la insolencia del hijo de un carpintero? Entonces lo ponen a prueba. Estamos ante la misma situación de aquel maestro de la ley que le preguntó por el mandamiento más importante “para ponerlo a prueba”.
Nosotros podríamos decir que Jesús simplemente se escabulle de la mala intención. Contesta y no contesta al mismo tiempo. Si dice que hay que pagar el impuesto se le acusará de ofender a su pueblo. Si dice que no se debe pagar se le acusará de ofender al Imperio. Parece no haber escapatoria. Pero Jesús conoce bien esas monedas. Seguro las ha usado él mismo muchas veces. Llevan inscrita la imagen del César. ¡Denle al César lo que es suyo! Problema resuelto.La mala intención de la pregunta queda sin respuesta.
Sin embargo, mucho se ha interpretado a propósito de este texto y, ciertamente, a propósito de la relación entre el dinero y la religión. En el mundo cristiano, vamos desde “los ricos no pueden entrar al reino de los cielos”, pasando por “felices los pobres”, hasta la total convicción de que la riqueza es símbolo de la bendición de Dios. Así, tal cual. Al César lo del César, pero ¿qué hacemos con las monedas y los billetes que tienen a Dios grabado? Yes, “in God we trust”, buen ejemplo de lo ambigua que puede llegar a ser nuestra relación con el dinero.
Jesús no fue un dualista religioso. Le importó tanto la carne del leproso como su alma y su condición de excluido de la sociedad. No perdonó solamente los pecados del paralítico, lo hizo caminar. Bendijo a su Padre por los frutos de la tierra y compartió la mesa con los pecadores. En Jesús encarnado, Dios ha hecho redención de todo lo humano y de toda la creación. Los grandes padres de la Iglesia insistieron en que Jesús asumió la humanidad entera. Nada hay humano, por lo tanto, que quede fuera de Dios. Lo humano es redimido, asumido y amado por Dios. No hay una parte de nuestras vidas que se relaciona con Dios y otra con el mundo. Toda nuestra vida está en unión con Dios. “Todo es vuestro” dice la oración de San Ignacio. El antiguo mandamiento del amor citado por Jesús nos invita a amar a Dios con todo lo que somos: cuerpo, mente, alma y corazón. Al César lo del César no significa que hay elementos de nuestra vida que no tienen que ver con Dios.Todo está en Dios porque toda nuestra vida fue asumida, amada, rescatada y liberada en Jesús.
Hoy es un día complejo para nuestra patria. Lo que partió como una avalancha de esperanza y dignidad y que generó valiosos acuerdos políticos, también arrastró consigo violencia e intolerancia. Con más razón tenemos que decir hoy día que nada humano es ajeno a Dios. Que ninguna vida humana –ni ninguna vida y punto- es indiferente o descartable a los ojos de Dios. No hay chileno ni chilena, ni Mapuche, ni Aymara, ni Rapa Nui, que valga más o menos a los ojos de Dios. No hay migrante que no sea a la vez Su hijo, Su hija. ¡Cuánto tiene para ofrecer a nuestra patria el Evangelio de Jesús! Pero, ¿se lo hemos ofrecido? ¿O los católicos nos hemos preocupado de ofrecer ritos y mandamientos y escándalos en vez de ofrecer la Buena Nueva y el rostro de Jesús?
Jesús, que se hace amigo de publicanos y pecadores, puede iluminar el modo duro en que nos estamos relacionando y nos estamos juzgando unos a otros. Jesús, el de las bienaventuranzas de la justicia y la paz, nos puede ayudar a configurar relaciones institucionales de una justicia que ofrezca sustento a la paz. Jesús nos puede ayudar a mirar menos la paja en el ojo ajeno dejándonos de tanta descalificación apresurada y desmedida. Jesús que perdona a los pecadores, puede ayudarnos a perdonar a quienes se equivocan (partiendo por nosotros mismos). ¿Se trata de saltarnos los procesos que requieren investigación y juicio y reparación? No. Para nada. Aquí tal vez sí vale lo del César y los tribunales de justicia tienen que cumplir con su deber. Pero es urgente que estemos dispuestos a relacionarnos de otro modo entre quienes tenemos diversas posiciones y distintos pensamientos políticos. Y Jesús, para nosotros, puede y debe ser la fuente donde encontremos ese modo de relacionarnos como hermanos y hermanas en nuestra propia diversidad.
Que así sea.
Pablo Castro Fones, sj.
Capellán SIEB