Este lunes de Resurrección, la comunidad celebró con profunda emoción la Santa Misa presidida por nuestro capellán, Rodrigo Poblete SJ, en una jornada marcada no solo por la alegría de la Resurrección de Cristo, sino también por la partida del Papa Francisco, quien falleció hoy lunes 21 de abril. Un momento de recogimiento y gratitud inundó la celebración, transformando el duelo en un acto de esperanza.
En este día tan especial, marcado por la noticia del fallecimiento del Papa Francisco —primer jesuita llamado a ser Papa— celebramos la Resurrección del Señor con una misa en el gimnasio para los ciclos Segundo, Tercero y Cuarto, y una liturgia en el ágora para las y los más pequeños del Primer Ciclo. Fue una jornada llena de música, emociones encontradas y símbolos significativos. Cada curso recibió una planta como signo de vida, un gesto que invita a cada estudiante a cuidar la propia vida, la del prójimo y la de toda la creación, tal como lo hizo Jesús con su entrega.
Durante su homilía, el padre Poblete compartió sentidas palabras que unieron el misterio pascual con la vida del primer Papa jesuita:
“Pasamos de la muerte a la vida eterna, pero celebramos que él haya llegado a la gloria de Cristo resucitado. Es un duelo agradecido,” expresó. Refiriéndose a los símbolos litúrgicos, destacó que “la luz de la vela está presente cuando alguien muere, porque fuiste bautizado por Jesús y pasas a la Pascua. El cirio se apaga cuando ya estás en la llama eterna.”
El padre Poblete rememoró con cariño y admiración la figura del Pontífice, resaltando su sencillez, coherencia y compromiso:
“Como buen ignaciano, hizo polémica. No quiso usar joyas, ni autos de marca. Se puso Francisco como Francisco de Asís. Fue el primer Papa no europeo, se preocupó por los migrantes, por la creación, por la vida humana.” Y añadió: “Nosotros tenemos su misma espiritualidad ignaciana. Hombres y mujeres con capacidad crítica, comprometidos con cambiar la humanidad.”
Al concluir, nuestro capellán realizó la siguiente reflexión:
“La Resurrección de Cristo nos permite volver a comenzar. Hoy celebramos al Resucitado y lo que el Papa le ha regalado a la Iglesia: una Iglesia más abierta. Que sigamos formándonos como hombres y mujeres que quieren cambiar la humanidad.”
Una misa que no solo celebró la vida eterna, sino también el ejemplo luminoso de quien dedicó su vida a encarnar el Evangelio con gestos concretos de amor y justicia.